Cuando estaba embarazada de mi segundo bebé tuve que cubrir un evento para el periódico para el que trabajaba. Al llegar, había bastantes sillas desocupadas, pero yo preferí permanecer parada. “Paso todo el día sentada”, pensé, “así que no me hará mal quedarme de pie un rato”.
En menos de media hora tres personas me hicieron señas de que tomara uno de los asientos. “No”, respondí sonriente, “estoy bien”. La conferencia incluía una larga caminata por el lugar -un recién remozado museo-, así que gustosa acompañé al grupo. En una hora recibí al menos cuatro miradas de compasión.
Una chica, toda consternada, me quitó mi bote de agua -casi vacío-, para, supongo, aligerarme la carga. Honestamente les digo que no estaba cansada; eran apenas las 10 de la mañana. Además, el día estaba hermoso y estaba considerando esa caminata mi ejercicio del día.
Al llegar a casa me vi en el espejo y me di cuenta por qué es que provocaba esas reacciones de “Pobrecita, hay que ayudarla”. Tenía una panza tremenda, aunque desde mi perspectiva yo no la veía así.
Pero como les dije en un post anterior, soy de estatura baja y tres kilos de más me hacen ver inmensa.
La foto que les pongo en la portada no soy yo, pero es más o menos el tamaño que tenía mi vientre. “Ya mero”, me dicen mis conocidos. “Viene lo más difícil”, les contesto, “todavía faltan poco más de seis semanas”.
Le conté a Max, mi compañero, de mi experiencia de ese día. “¡No quiero ser tratada diferente!”, le dije. “No estoy enferma; no me falta una pierna ni un brazo. Si quisiera sentarme me siento, si no quiero caminar no camino. ¿Si pesara 160 libras por obesa, alguien se ofrecería a ayudarme? No creo”.
Max, con la inmensa ternura que tienen sus ojos, me dijo, “Bueno, estás embarazada, y es una manera de ser cortés. Yo no veo nada de malo en eso”. ¡Gulp! Aún así, como buena mujer macha, seguí alegando que no necesitaba tratos especiales.
Aunque debo reconocer que esto, entre otras cosas, es lo que extrañaré de mi embarazo. Por si no me quedó claro que debo dejarme consentir, un día amanecí con síntomas de que me iba a dar una gripa horrible; sentía que me pasaba una aplanadora por encima.
Sí, necesito un masaje en los pies, dormir sin que me interrumpan y todas las concesiones y atenciones. Prometo no rechazar ninguno de estos gestos.
¿Te gusta que te consientan cuando estás embarazada? ¿Crees que la que gente es demasiado impertinente cuando te quiere tratar como si estuvieras enferma?