Seguro que a todas nos pasa. Cuando ves a tu bebé fuera del vientre piensas, “¿Cómo es posible que esta criatura cupiera en un espacio tan pequeño?”.
Pues sí, así de sorprendente es la naturaleza. Jorge Mario, mi segundo hijo, que nació en julio, estaba hecho bolita, cómodo, calientito, sin nada más qué hacer que dormir, comer y de vez en cuando estirarse, como si la panza de mamá fuera de elástico.
Los días que estuve en el hospital las enfermeras me enseñaron a envolverlo. Me dijeron -aparte yo había leído un libro sobre el tema cuando nació mi primer hijo-, que eso los hace sentirse seguros porque emula la posición que tenían cuando estaban en el vientre. Es decir, necesitan esa casi inmovilidad para no sentir ese cambio tan brusco al pasar de un espacio tan protegido a uno tan abierto y amenazante, como es el mundo.
Sin embargo, en las cinco semanas que tiene de nacido, he notado que, aunque todavía tolera que lo envuelva, hay momentos en que esa posición lo desespera, sobre todo si tiene hambre. Cuando lo libero de la cobija descubro que el forcejeo lo hizo sudar y está exhausto.
Entonces me di a la tarea de indagar en qué momento se recomienda dejar de envolver al bebé. Y adivinen qué; no hay consenso al respecto. Ningún sitio de internet puede determinar cuándo es bueno dejar de atar al recién nacido con las cobijas.
Lo que fue útil leer fueron los comentarios de otras mamás y sus experiencias sobre el tema. Algunas dejaron de hacerlo en las primeras semanas, otras tardaron meses. Una escribió que su bebé murió a los siete meses asfixiado porque en la guardería a la que lo llevaba lo envolvieron, el bebé giró sobre su pancita y no pudo regresarse. ¿Trágico, no?
Entonces llegué a una conclusión: mamás, sigan su instinto. Los bebés, sin hablar, nos dicen qué les gusta y qué necesitan. Es cierto que a Jorge Mario le gusta estar envuelto, pero también veo que poco a poco se acostumbra a no estar atado. Por ejemplo, antes no podía dormir ni media hora si no lo envolvía como tamal; ahora veo que le encanta descansar por periodos largos con sus bracitos sueltos, y los posa sobre su cabeza.
Ha sido un proceso fluido, sin traumas y sobre todo muy bello. Ya estoy ansiosa por la etapa en la que descubre que tiene manitas. Mientras tanto, sigo combinando periodos envolviéndolo con periodos en los que lo dejo suelto. Lo importante es que duerma profunda y prolongadamente. Así mamá aprovecha para dedicarse a sus cosas.
Cuéntanos cuál fue tu experiencia, ¿por cuánto tiempo envolviste a tu bebé? ¿Cómo te diste cuenta de que ya no necesitabas hacerlo “tamalito”?