Cuando llegué a Los Angeles, hace casi 25 años, mi hermana me llevó a comprar comida a El Gallo Giro de Montebello. ¿Cómo que vas a comprar comida mexicana? Nunca será mejor que la que se hace en México, le dije. Deja que la pruebes, me respondió.
Lo siguiente que recuerdo es que diez minutos después me estaba devorando una torta monumental de carnitas con frijoles, jitomate, cebolla, lechuga y chile jalapeño. Hermana, le dije, no solo me estoy tragando -literalmente- una torta, sino también mis palabras.
El Gallo Giro, desde entonces, me hizo recobrar la confianza en la comida mexicana preparada fuera de casa y de mi país.
Es por eso que cuando me invitaron a una prueba –tasting– a este restaurante, para degustar el menú de otoño, no lo pensé dos veces. Menos cuando me dijeron que se ofrece pan de muerto y agua de guanábana, una fruta tan exótica aquí como en México.
Mi familia y yo manejamos a la sucursal de Santa Ana, una de las ocho que tiene El Gallo Giro. Fue un domingo en la mañana, y comimos en el pequeño patio que tiene el lugar. El día estaba lindamente fresco y claro.
Uno de mis hijos, el menos aventurero en cuestiones de comida, pidió tacos de carne asada. Estaba feliz porque se trata de porciones grandes que vienen con cebolla, cilantro y salsa. Mi otro hijo ordenó un caldo de res que venía con trozos de zanahoria, calabaza y elote y que estaba muy rico. Aparte te sirven cilantro, cebolla, chile de árbol asado y limón para acompañarlo.
Mi esposo y yo pedimos una orden de sopes y tamales de rajas con queso. Los sopes eran de unas carnitas deliciosas y suavecitas, y los tamales tenían mucho relleno, como debe ser (no hay nada más decepcionante que un tamal con porquito relleno).
Pero todavía no termino. Para acompañar la comida ordenamos aguas frescas deliciosas. A mis hijos les encanta la de jamaica, y yo pedí de mango, que es la fruta que me mata. También pedimos un champurrado -una bebida parecida al atole pero de chocolate- y un atole de coco que estaba exquisito, hasta tenía trocitos de ese fruto.
Fue un verdadero festín. Fue como volver a casa, a comer los guisados que preparaban mi mamá y mi abuela.
Por supuesto que por la temporada no podían faltar los panes de muerto, que vienen en dos presentaciones: con azúcar o con ajonjolí. También están disponibles rellenos con crema natural y de fresa. Esto fue una novedad para mí, porque nunca los había visto en esa presentación. Como ya no nos cupieron en la panza, quedamos invitados a volver para probarlos.
El nuevo menú, que lleva como tema “El sabor de mi México”, también incluye pozole rojo de puerco y verde de pollo, las famosas tortas –una de las especialidades del lugar–, ensaladas, café, chilaquiles, huevos y tacos de varios tipos de carne.
Para quienes no comen productos de origen animal, también hay varias alternativas, entre ellas la torta vegetariana, los tamales de rajas con queso y de piña y los tacos de frijol, queso y aguacate.
No se vayan de la tienda sin una buena ración de pan dulce; hay una gran variedad de piezas típicas, entre ellas las conchas, que te puedes llevar una gratis en la compra de cinco.
Pregunten también por el menú de comida para llevar. Es muy vasto y a precios muy económicos. Mientras tanto, córranle a comprar su pan de muerto, que dentro de pocos días dejarán de hacerlo. Y por favor, acompáñenlo de un rico atole de coco. ¡Buen provecho!