Cuando oyes a tus hijos hablar solitos, ¿en qué piensas? ¿Has puesto atención a sus borucas y expresiones?
Hace unos días, estaba embelesada escuchando “hablar” en voz baja a Jorge Mario, mi hijo de 3 años. Estaba jugando con dos de sus muñecos favoritos, y por lo que oí puedo suponer que sus personajes se estaban enfrentando en una lucha a muerte. Había gritos, uno de ellos pedía auxilio, luego se escapa, el otro le daba alcance, más pedido de auxilio, gritos ahogados, reclamos…
Échate una vuelta por mi reseña de otro libro mágico, ‘Mi pequeño hermano invisible‘.
Pensé en todo lo que podía estar pasando por la mente de mi hijo en ese momento. ¿Cómo sería ese mundo, por qué se estaban enfrentando sus personajes, quién y por qué era el vencedor? Cualquiera de mis suposiciones se queda corta en comparación con el universo que crean en su mente los niños cuando juegan.
Es por eso que “Bárbaro”, el libro que reseño esta semana, me dejó sin habla cuando lo “leí”. Pongo leí entre comillas porque en realidad este volumen no tiene un solo texto en sus páginas, pero bueno, no solo las letras se pueden leer. También ver imágenes es una forma de lectura.
Supe de su existencia por medio de Cuatrogatos, una fundación con sede en Miami que se dedica a promover la lectura de libros infantiles en español. No tenía idea de qué se trataba, mucho menos que estaría tan hermoso. Así que en mi reciente viaje a México, cuando lo vi en la librería, ahí, en lo alto del estante, calladito con su pasta amarilla, lo compré.
No lo había leído sino hasta esta semana, cuando estaba pensando qué libro reseñaría en esta ocasión. Lo tomé, le quité el celofán –porque en México les ha dado por vender los volúmenes envueltos, supongo que para protegerlos del maltrato– y comencé a hojearlo –y saborearlo– con calma, como cuando te sirven tu postre favorito y no quieres que se te acabe.
El nombre del libro hace referencia un guerrero bárbaro, de esos como del medievo que lucen una melena larga y portan un casco y un escudo de acero. Va montado en un ligero corcel elegantemente ataviado.
Y así, con la frente en alto y sin inmutarse, el pequeño gladiador cruza por inmensas montañas, enfrenta aves con garras y picos poderosos, desafía mares de serpientes, esquiva lluvias de flechas, pasa sin sufrir rasguños por donde lo acechan enardecidos cíclopes, no se inmuta ante la presencia de un león con cuerpo de culebra. Es todo un héroe nuestro bárbaro.
Mientras iba pasando cada página me preguntaba qué final tendría este cuento, obra del brasileño Renato Moriconi –del que desde ya me declaro su fiel seguidora–; a dónde nos llevaría, qué sorpresa nos deparaba. ¿Un libro sin texto, sin una sola palabra? Para qué, si las ilustraciones son extraordinariamente expresivas y hermosas.
Pues bien, todas estas hazañas están en la mente de nuestro inquieto y avezado guerrero, que las vive como cualquier niño experimenta las aventuras en sus prodigiosas cabecitas. Si este bárbaro tuviera nombre estoy segura que se llamaría Jorge Mario, o se llamaría como tu hijo o hija.
Y no, no les puedo contar el final, les echaría a perder el momento mágico que tiene este libro. Baste decir que la conclusión es inmensamente conmovedora, de esas que te dejan sin habla, que te arrancan un suspiro, y, ¿por qué no?, quizá hasta te saque una lágrima. Sobre todo si tienes un niño con una imaginación monumental como la que tiene nuestro guerrerito de “Bárbaro”.
“Bárbaro” fue editado por el Fondo de Cultura Económica y se puede conseguir en la página oficial de esta editorial y en Amazon. Su precio va de los 7.99 a los 10 dólares. También está disponible en Kindle.
¿Conoces este libro u otro igual de hermoso que no lleve texto? Deja el nombre en los comentarios.