A escasos días de tener a mi segundo bebé, no saben todo lo que escuché y vi. La gente me seguía haciendo comentarios indiscretos sobre el tamaño de mi panza o no podían evitar abrir los ojos como tecolotes -o búhos- cuando me veían pasar.
Lo más gracioso que me ha pasado es que un compañero de trabajo, al despedirse, me gritó de un extremo a otro de la oficina, “Cuídate, Victoria, no se te vaya a salir el hijo”. Todos los que estábamos ahí rompimos en una carcajada. Al final decidí tomar todas estas experiencias con humor. Mi terapia es, “esto es pasajero, ya estoy en la recta final”.
Es en este último tramo donde también tengo que tomar importantes decisiones, como si quiero que mi hijo nazca por vía natural o por cesárea. Al principio le dije a mi doctora que estaba dispuesta a esperar hasta la semana 41 para ver si podía tener un parto “normal”. Sin embargo, no me dijo las desventajas que tengo al respecto.
Hablé sobre esta decisión con mi cuñado, que es pediatra y ejerce en Arizona, y me dijo que debido a que tengo una cesárea previa hay riesgos que debo tomar en cuenta, una de ellas es la posibilidad de que la herida se desgarre y provoque una hemorragia. Una situación como esa podría ser mortal.
Otro aspecto que me hizo reconsiderar esperar a que lleguen por sí solas las temidas contracciones, es que con Víctor, mi primer hijo, luego de que me indujeron el parto, solo me dilaté cuatro centímetros en un lapso de 24 horas. Con esos antecedentes, no es imposible, pero sí hay menos posibilidades de que un segundo parto sea natural.
Entonces, a pesar de las ventajas que tiene parir naturalmente, decidí comentarle a mi doctora que había cambiado de parecer. Quiero reducir al máximo los riesgos de mi parto, sobre todo porque soy una mujer de cuarenta y tantas primaveras. Me programó la cesárea para el próximo domingo 28, justo cuando cumplo 40 semanas de gestación.
No pierdo la esperanza de que mi hijo decida nacer por sí solito antes del 28. De otra manera, ese día madrugaré e iré resignada al hospital. Espero que el panzoncito tenga tantas ganas de conocerme como yo a él.