Cuando era pequeña, no había peor tragedia que uno de mis hermanos menores estropeara mi tarea escolar. Era vergonzoso llegar al salón con los trabajos llenos de leche, rayoneados con crayones o, en el peor de los casos, arrugados o partidos en pedazos. Nada te salvaba de un buen regaño y de la humillación pública, sobre todo porque […]