La historia de “The BFG” –en español, “El gigante bonachón”– no comenzó en las páginas de un libro, según contó Lucy Dahl, hija de Roald Dahl, el autor de este y otros famosos cuentos para niños.
“De hecho, me sentí traicionada cuando mi padre lo escribió”, dijo Lucy hace unos días durante una charla que ofreció a propósito del estreno de “The BGF” en DVD, que salió a la venta el 29 de noviembre. “Ese era nuestro cuento, era lo que mi padre nos contaba a mi hermana y a mí cuando éramos pequeñas”.
El escritor solía entretener a Lucy y a la hermana menor, Ophelia, con historias de este personaje. La familia vivía en una casa de campo en Great Missenden, en las afueras de Londres. Ahí, cada noche el gigante “visitaba” a las niñas para soplarles sueños a través de un palo de bambú que introducía por una rendija de la ventana.
“Primero se lo hacía a mi hermana y después a mí”, dijo Lucy, quien para entonces tendría unos 6 años y su hermana unos 4.
Así que cuando a Roald Dahl se le ocurrió escribir el cuento, que en julio se convirtió en un largometraje dirigido por Steven Spielberg y con Mark Rylance en el papel del gigante, Lucy sintió que su padre había revelado al mundo uno de los secretos mejor guardados de la familia. Para entonces, en 1982, nadie pensó que “The BFG” se iba a convertir en uno de los libros más venerados del autor.
Solo que en la versión escrita, los sueños llegan a los niños por medio de una especie de trompeta, y no a través de un palo de bambú. Y la protagonista es Sophie (Ruby Barnhill), una huérfana de 10 años a la que el gigante se roba de un orfanato.
Las niñas Dahl pasaron su infancia creyendo que cada noche el gigante las visitaba.
“Salía el bambú por la ventana y nos quedábamos dormidas. Y ese era nuestro BFG, que vivía bajo los árboles en nuestra granja, que nos soplaba sueños cada noche”.
Y cuando ellas dudaban de la existencia de este ser mítico, su padre, que murió en 1990, solía decirles que “si no creen en la magia, nunca la verán”.
Así que jura que cuando su padre las llevaba a caminar al bosque, llegó a ver hadas escondidas bajo los hongos. Y cuando aparecieron unos huevos gigantes en el desayuno, Roald Dahl le dio el crédito al gigante. Lucy no se dio cuenta de que eran huevos de pato que su padre había comprado en una tienda.
En una ocasión, cuando ella y su hermana crecieron y comenzaron a dudar de la existencia del gigante, le dijeron a su padre que se iban a asomar a la venta para verlo. “Voy a abrir la ventana cuando el gigante meta el bambú por la ventana y lo voy a saludar”.
“No te atrevas”, le advirtió su padre. “Si lo haces ya no volverá”.
Entonces les prometió que le enviaría un mensaje al gigante para que probara que existía.
A la mañana siguiente, cuando las niñas se levantaron vieron las iniciales de The BFG escritas en el pasto. Eran unas letras gigantes. Entonces las dudas se disiparon. Se convencieron de que el hombre existía.
De lo que no sospecharon fue de que Roald Dahl había quemado el pasto con un líquido para matar yerba. Todo con tal de mantener en sus hijas la magia.
“Nos sentimos muy mal por haber dudado del BFG”, dijo Lucy.
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