Siempre envidié a las niñas que tenían abuelitas amorosas. Me soñaba con una como la de “Mundo de juguete”, una telenovela que fue muy popular cuando yo era chica y cuyo papel de viejita linda interpretaba Sara García.
Yo tuve muy mala suerte con las abuelas. Ambas fueron secas, regañonas y a veces hasta crueles conmigo y con mis hermanos. Nada que ver con las abuelitas tiernas y dulces que salen en la televisión.
Pues bien, viví una historia similar con un par de tías paternas; decir que fueron brujas maléficas es poco.
No se sorprendan, les voy a contar un par de anécdotas para que vean que no exagero. Como éramos muchos hermanos y ellas eran tan tacañas, cuando llegábamos a visitarlas escondían la fruta para no darnos; generalmente eran naranjas.
También solían premiar con juguetes a los primos cuando sacaban buenas calificaciones en la escuela, y les decían que no nos dijeran nada a mis hermanos y a mí para que no les pidiéramos regalos a pesar de que éramos igual o más destacados que ellos.
Con el tiempo aprendimos a entenderlas. Eran una solteronas agrias que tenían miedo de quedarse sin dinero en algún momento de sus vidas.
La situación con mis hijos y sus tías es radicalmente distinta. Ellos en lugar de brujas tienen ángeles por parte mía y por parte de su papá. Mis seis hermanas son consentidoras, cómplices, cariñosas, juguetonas y amorosas con mis panzones. La única tía que tienen por parte de mi esposo no es menos que eso. Y ninguna les esconde las naranjas.
Me siento muy afortunada de tener las mejores hermanas del mundo. Sé que cuento con ellas a ojos cerrados; siempre están ahí cuando las necesito. Si tengo hambre y no puedo preparar algo me cocinan, si estoy atareada con uno de mis hijos se hacen cargo del otro, si no puedo recoger al mayor a la guardería ellas pasan por él. ¿Puedo pedir algo más?
No me importa si las tías no le dan regalos a mis hijos. Prefiero que les den lo mejor que tienen: su amor incondicional y su tiempo. A mis hijos les encanta compartir con ellas porque son ingeniosas y divertidas. Nunca podría pagarles lo que hacen por mí y por mis niños.
Al menos estoy segura de que cuando mis hijos estén grandes recordarán a sus tías con profundo cariño, y no como yo, que cuando pienso en las mías vienen a mi mente imágenes de las brujas de los cuentos.
Cuenta qué tipo de tías tienen tus hijos.